Tráfico ilegal y sobreexplotación de biodiversidad
- 031
- 035
Tala y explotación ilegal de maderas en la zona en el trapecio amazónico
Descripción
El resguardo Tikuna-Cocama-Yagua cubre la mayor parte del municipio Puerto Nariño en el trapecio amazónico. Fue creado en 1990 por el INCORA (1990) y ha tenido dos ampliaciones posteriores hechas por el INCORA (2003) y la Agencia Nacional de Tierras (2023), por lo que ha alcanzado una extensión de 171.381 hectáreas que colindan al sur y occidente con Perú y al norte y oriente con el Parque Nacional Natural Amacayacu. Es una región donde confluyen numerosos cuerpos hídricos que alimentan el afluente principal, el río Amazonas, y donde en temporadas de lluvias los ecosistemas de bosques inundables se expanden por miles de hectáreas. Entre ellos resalta el Lago Tarapoto, que ha sido declarado como el núcleo de un extenso sistema de humedales de importancia estratégica internacional según la convención Ramsar (Fundación Omacha, 2024), y los ríos Amacayacu y Loretayacu.
+ Info
El resguardo Tikuna-Cocama-Yagua cubre la mayor parte del municipio Puerto Nariño en el trapecio amazónico. Fue creado en 1990 por el INCORA (1990) y ha tenido dos ampliaciones posteriores hechas por el INCORA (2003) y la Agencia Nacional de Tierras (2023), por lo que ha alcanzado una extensión de 171.381 hectáreas que colindan al sur y occidente con Perú y al norte y oriente con el Parque Nacional Natural Amacayacu. Es una región donde confluyen numerosos cuerpos hídricos que alimentan el afluente principal, el río Amazonas, y donde en temporadas de lluvias los ecosistemas de bosques inundables se expanden por miles de hectáreas. Entre ellos resalta el Lago Tarapoto, que ha sido declarado como el núcleo de un extenso sistema de humedales de importancia estratégica internacional según la convención Ramsar (Fundación Omacha, 2024), y los ríos Amacayacu y Loretayacu.
El resguardo es compartido por comunidades Tikuna, Cocama y Yagua pero cada una ha buscado conservar sus tradiciones de forma independiente (Vieco, 2014). La población se acerca a las 7300 personas actualmente, de las cuales el 63% es Tikuna, 16% Cocama y 7% Yagua, aunque también hay presencia de otras comunidades indígenas, colonos y afrodescendientes (Aticoya, 2019). Se reparten entre 22 asentamientos, de los que el principal y más urbanizado es San Martín de Amacayacu. Este poblado fundado a inicios de la 1970 es el que ha visto más de cerca la explotación de recursos forestales en las últimas décadas por su proximidad a la cabecera urbana de Puerto Nariño.
Según testimonios recogidos para la identificación de conflictos por recursos naturales en la zona hecha por ATICOYA, la Asociación de Autoridades Indígenas Ticuna, Cocama, Yagua de Puerto Nariño y Leticia, desde 1965 ha habido tala de maderas finas, particularmente cedro. Los testimonios indican que en muchas ocasiones los aserradores, de origen colombiano, peruano y brasileño, engañaban a los indígenas para que les mostraran dónde había cedros a cambio de maderas taladas de baja calidad; y también que antes solían respetar las decisiones de los curacas o las autoridades indígenas de cada poblado sobre si podían o no talar allí (Aticoya, 2019).
El Parque Nacional Natural Amacayacu fue creado en 1975 con la intención de proteger estas áreas de reserva forestal. Sin embargo, ha sido problemático el posterior traslape entre zonas de Parque y zonas de resguardo en el sector de San Martín. Para las autoridades indígenas, el limbo jurídico en que los pone el traslape de figuras de ordenamiento territorial ha debilitado su gobernabilidad sobre el territorio y esto facilita que haya tala ilegal de maderas (Aticoya, 2019).
Un testimonio apunta lo siguiente: “Ese es el problema para mí que no se sabe quién manda, si manda TICOYA, si manda Parques o si manda Corpoamazonía, para ingresar documentos tocaba pedirle a la comunidad, pero tampoco era así, sino es que parques se mete acá, Corpoamazonía se mete acá, entonces uno no sabe cuál es la verdad. Pedir permiso, tramitar, decomisaron la madera porque no sabía quién era el que mandaba, si Parques o Corpoamazonía” (Aticoya, 2019, p. 7) Según ellos, las licencias para aprovechamiento comercial de recursos forestales que ha dado Corpoamazonia a población colona ha sido un instrumento con el que se legalizan maderas extraídas de zonas no autorizadas (“lavar” la madera), mientras que las regulaciones de las oficinas de Parque Nacionales Naturales les prohíben a ellos el uso doméstico de maderas a su alcance. Por ejemplo, el achapo y aguacatillo se ha utilizado para hacer canoas; el costillo para hacer utensilios y el matamata y cedro para hacer postes y muebles (Córdoba, 2017). La creciente infraestructura destinada a proyectos turísticos también se aprovecha de esos recursos madereros legalizados con mecanismos irregulares porque no existen instrumentos eficientes que rastreen el origen de las maderas (Aticoya, 2019).
Desde 2009 las autoridades indígenas han llegado a acuerdos con Parques Nacionales sobre formas de usar la tierra, después de que en 2002 se reformulara el enfoque conservacionista hacia la propuesta de “Parques con la gente”. La creación de la guardia indígena ambiental es un trabajo conjunto que ha demostrado resultados en apoyar la conservación de la región (Sandstede, 2023), así como el Programa de Educación Ambiental que ha formado a los indígenas en estrategias para la conservación (PNN, 2013). Antes hubo tensiones por la creación de chagras y por la caza indígena tradicional, pero en los últimos años se ha logrado reconocer la necesidad de planear el desarrollo de la región teniendo en cuenta a los actores presentes. Aunque coinciden en que la ocupación de terceros del territorio para hacer tala ilegal es una de las principales problemáticas por los recursos naturales de la zona, en el documento hecho por Aticoya reconocen que la falta de oportunidades laborales y las difíciles condiciones socioeconómicas también han llevado a que algunos miembros de la comunidad hagan talas u otorguen permisos informales a terceros para talar a cambio de dinero en algunas partes del resguardo (Aticoya, 2019).
En 2010 las autoridades indígenas del resguardo agrupadas en Aticoya formularon un plan de manejo para las áreas del resguardo, incluidas aquellas en traslape, en el que se priorizó la conservación del bosque primario remanente. La iniciativa tuvo el acompañamiento de entidades como Corpoamazonia y Parques Nacionales, y fue incluida en programas de bonos de carbono gestionados por la empresa South Pole Carbon Asset Management S.A.S. Hasta 2017 se verificó el cumplimiento de los compromisos de no deforestación para la captación de carbono (Global Carbon Trace, 2019).
Por otra parte en 2015 se intentó hacer un parque solar en tierras de traslape en San Martín, en el que se tumbaron 4 hectáreas de bosque, pero el proyecto terminó abandonado y en la actualidad no funciona (El Español, 2023). En 2020 el Parque Nacional Natural Amacayacu se quedó sin guardaparques en terreno porque las disidencias de las extintas FARC que operan en la zona, el frente primero o “Carolina Ramírez”, los amenazó. Desde entonces hay registros de que la tala ilegal de maderas finas ha aumentado, así como otras actividades extractivas en la región como la minería de oro y gravas sobre el río Amacayacu (Mongabay, 2023). También ha aumentado el turismo verde que llega a la región, lo que paradójicamente ha impulsado una renovada demanda por materias primas para la construcción de infraestructura para los visitantes; es decir, es una nueva presión sobre los recursos forestales del resguardo y del parque (Aticoya, 2019).
Un efecto de la tala de ciertas especies es que se trata de árboles frutales que, en temporada de inundaciones, sueltan sus frutos y así atraen a ciertas especies de peces. Las comunidades indígenas conocen estos patrones y han visto cómo la tala intensiva de algunos árboles ha implicado una reducción en la presencia de peces importantes en su dieta tradicional (Aticoya, 2019; Fundación Omacha, 2024). Esto se ha sumado a dinámicas intensivas de pesca que han llevado a que no haya peces en el lago Tarapoto y solo en años recientes se haya logrado su reinserción (Periódico Unal, 2023).
Otro efecto es que, aunque la tala no es extensiva como en regiones en las que predomina la deforestación y praderización, sí deteriora los sistemas ecológicos por el daño a los árboles circundantes, los caminos necesarios para acceder y transportar la madera, el ruido de las motosierras, la penetración en zonas de bosque primario, y afectaciones a lugares sagrados para las comunidades indígenas y a los salados en los que se alimenta la fauna regional (Vásquez, Verschoor, 2011). También acelera procesos erosivos sobre la rivera del río porque los sedimentos se depositan y remueven a un ritmo distinto que si hubiera árboles de gran tamaño y raíces profundas (que son precisamente los talados). Un efecto a gran escala de esto es que desaparecen y se forman nuevas islas de sedimentos, afectando el curso de los ríos y a las poblaciones que de ellos dependen (El Espectador, 2020).
La problemática en torno a la tala y explotación ilegal de maderas del Resguardo Ticoya replica una problemática de mayor escala a nivel regional. A lo largo del trapecio amazónico, y en general también a lo largo de tramos de cientos de kilómetros de fronteras fluviales y terrestres con Brasil y Perú (las fronteras con ambos países son de 1600 kilómetros cada una aproximadamente, todos en la región amazónica), no ha habido presencias o mecanismos suficientes para controlar este fenómeno, además de que en algunos casos las instituciones presentes y los mecanismos usados son franqueados o corrompidos (EIA, 2019). La regulación de la tala ilegal de maderas finas es una tarea difícil por varias razones. Son áreas muy extensas, con poco control institucional, conectadas por redes de ríos para transportar la madera, y hay distintas jurisdicciones nacionales sobre comercio fronterizo y conservación ambiental cuya descoordinación es aprovechada por los traficantes de madera (Semillas, 2013).
Además, hay dinámicas comerciales que facilitan a los traficantes de madera o intermediarios “lavar” la madera proveniente de distintos lugares en Leticia y luego transportarla a otros países. El régimen especial aduanero que cobija a Leticia, pensado como una forma de agilizar el comercio fronterizo, es una legislación porosa que es manipulada por los intermediarios y traficantes de madera. Estos utilizan la técnica de fraccionar cargamentos de madera para que no superen los 1000 $USD, pues así no deben declararlos en Leticia frente a autoridades aduaneras. En principio, la ANLA debe autorizar importaciones o exportaciones de madera, pero no hay registros de que haya hecho esto en los últimos años a pesar de que la DIAN registra numerosas transacciones de este tipo (EIA, 2019). De esta manera, entre permisos fraudulentos y falta de controles efectivos la madera se mueve a los lados del río Amazonas y sus numerosos afluentes que se han convertido en conocidos corredores de tráfico ilegal de maderas, entre otras mercancías (Insight Crime, 2019).
La explotación ilegal de madera representa el 10% de la deforestación a nivel nacional. Se calcula que entre el 40% y 50% de esta madera es de origen ilegal (WWF, 2011; Mongabay, 2019), la gran mayoría proveniente de la región amazónica, pero las cambiantes dinámicas comerciales hacen que sea difícil tener constancia en estos datos en la región, porque los flujos del comercio de madera cambian dependiendo de dónde sea más fácil “lavar” la madera y comercializarla. La madera extraída ilegalmente en Colombia muchas veces termina en bodegas de ciudades ribereñas de Perú y Brasil, mientras que la madera extraída ilegalmente de esos países termina en Leticia (360 grados, 2019). Por ejemplo, el cedro obtenido de Colombia, que tiene una prohibición de extracción, es “lavado” y comercializado como si fuera obtenido en Perú o es vendido en mercados peruanos, mientras que otras maderas finas de Brasil y Perú terminan siendo declaradas como colombianas o vendidas en puertos colombianos cuando los precios y permisos ilegales obtenidos les son favorables (360 grados, 2019; Insight Crime, 2023).
Desde 2015 hasta 2025 y a nivel nacional hay una prohibición en la extracción de cedro por la tala intensiva y selectiva que se ha hecho de esta especie, que ha a llevado a poblaciones cada vez más reducidas y distantes en lugares en las que antes eran endémicas, particularmente en la Amazonía. (Ministerio de Ambiente, 2015). Un testimonio de un integrante del resguardo Ticoya dice: “Yo creo que mayor parte de este ya no se cuenta [el cedro] porque este ya está agotado de madera, pero más por el fondo yo creo que hay madera. De cedro, ni hablar de cedro, ya no existe aquí en este parque [PNN Amacayacu] ya no hay nada” (Aticoya, 2019, p. 6). También se han hecho vedas a la tala de otras especies como Cedro, Caoba, Palorosa, Abarco y el Canelo de los Andaquíes.
Hay una larga cadena de actores en la extracción y comercialización de madera. Según investigaciones hechas por portales periodísticos, en muchas ocasiones se encuentra que los llamados “gasteros” son los que negocian los permisos para la extracción que luego manipulan para extraer más volumen de madera o de lugares no autorizados. Estos permisos los negocian con autoridades ambientales para legalizar la madera, y por otro lado con autoridades indígenas, para citar puntos de obtención de la madera autorizados que en la práctica no son respetados. Los aserradores de madera son población local colona o indígena que vive de su trabajo en condiciones precarias, a falta de otras oportunidades en la región, y son el eslabón más débil de esta cadena de extracción.
Sin embargo sobre ellos recaen muchas de las operaciones de control que las instituciones realizan y que pasan por alto partes más poderosas de esta cadena. Los aserradores lanzan troncos a ríos y caños afluentes del Amazonas que luego son recogidos por los remolcadores. Estos actores funcionan como transportadores desde puntos de extracción hasta bodegas en ciudades peruanas o brasileñas, o en Leticia. Estos centros de acopio son controlados por los intermediarios, que están encargados de procesar la madera, es decir cortarla en tablas, y de encontrar cómo comercializarla con los compradores de mediana y gran escala que buscan hacer negocios fuera de las regulaciones nacionales que encarecen precios de maderas finas naturales. Son estos dos últimos los que más beneficios reciben de estas transacciones, tanto por lo que ahorran en impuestos como por lo que producen por la extracción irregular de recursos naturales. Eslabones más bajos en esta cadena de extracción reciben menos beneficios y más riesgos (Insight Crime, 2023; 360 grados, 2019; EIA, 2019; Semana, 2019).
Dentro y en las inmediaciones del Resguardo Ticoya, hay puntos de extracción maderera en los alrededores de Puerto Nariño, San Martín de Amacayacu, San Juan de Atacuari y San Pedro de Tipisco. Del otro lado del Amazonas, en Perú, está Caballococha, un municipio de población mestiza y de tamaño medio que genera presiones sobre el borde sur del resguardo Ticoya y del PNN Amacayacu. La madera extraída de esta región es transportada por la red de ríos que llegan al Amazonas y por ese medio termina en San Pablo de Loreto e Iquitos, en Perú, o en Tabatinga, Manaos o la isla de aserraderos conocida como Islandia (Insight Crime, 2023) en Brasil. Esta isla, muy cerca de la trifrontera, es un lugar que recibe buena parte de la madera ilegal colombiana y peruana y en el que no hay controles de ningún tipo según investigaciones hechas en la zona (360 grados, 2019). Por otra parte, en la sección norte del Resguardo y del PNN Amacayacu, la explotación ilegal usa los ríos que conectan con el río Putumayo, pero las principales presiones están sobre el borde sur que colinda con el río Amazonas.
La denuncia hecha por Aticoya referente a que permisos concedidos por Corpoamazonía han terminado “lavando”, “blanqueando” o legalizando maderas extraídas ilegalmente es corroborada por diferentes investigaciones en las que aparece mencionado este método (Insight Crime, 2023; EIA, 2019). Procesos similares ocurren ante autoridades ambientales y comerciales peruanas y brasileñas, donde las instituciones de esos países también han estado involucradas en estas prácticas (Insight Crime, 2023). En noviembre de 2024, un operativo judicial desmontó una red de tráfico ilegal de madera que funcionaba con esas técnicas, aunque en otra región del departamento del Amazonas (El Espectador, 2024)
Otro problema compartido es que los controles de autoridades ambientales y comerciales se han hecho principalmente en el transporte fluvial o terrestre de la madera, lo cual es fácil de evitar para los intermediarios y transportadores porque se refugian del otro lado de las fronteras o en la red de ríos y caños que conecta la región, en lugar de hacer los controles en las bodegas, centros aserradores y centros de acopio que reciben esa madera ilegal, la procesan y esconden su origen para finalmente comercializarla (360 grados, 2019). Este paso de transformación inicial de la madera es donde se pierde el rastro de su lugar de extracción, por lo cual estos lugares son fuertemente custodiados de manera informal. Desde allí comienza el tránsito a centros de acopio en ciudades como Cali, Bogotá o Neiva, o en ciudades peruanas y brasileñas, donde es recibida por sectores productivos que no se preocupan por su origen (Insight Crime, 2023). Estas técnicas han sido también documentadas por la prensa peruana y brasileña en distintas ocasiones, así como el aumento del comercio ilegal en los últimos años (El Comercio, 2022; Imazon, 2024).
En los últimos años ha habido esfuerzos conjuntos para implementar mayores controles en el comercio transfronterizo de madera entre los tres países involucrados (WWF, 2021) y por fomentar acuerdos y buenas prácticas en los sectores que utilizan madera (WWF,2021). A pesar de esto, la subida en los precios de maderas finas naturales, la apertura a nuevos mercados en Asia y a nuevos segmentos de la población en los mercados internos, y la necesidad de ampliación de la infraestructura destinada al turismo verde en el trapecio amazónico, implican nuevas presiones en este conflicto fronterizo (Dialogue Earth, 2022; Global Witness, 2018).
Causas
La principal causa del conflicto por tala y explotación ilegal de maderas en la zona sur del trapecio amazónico tiene que ver con dificultades de coordinación entre las regulaciones comerciales y ambientales de los tres países involucrados, Colombia, Perú y Brasil. Esto facilita la tala y el tráfico de maderas finas por los vacíos legales que los traficantes utilizan a su favor. Los precios en aumento de recursos maderables también impulsa una presión de demanda sobre ellos en los últimos años, a la vez que la presencia de actores armados limita las capacidades de autoridades militares y ambientales. Por último, ante la falta de otras alternativas económicas hay población indígena y colona que se ha visto en la necesidad de ejercer estas actividades, en el eslabón más bajo de esta cadena productiva ilegal, para satisfacer sus necesidades básicas.
Actores
Comunidades Indígenas | Instituciones Estatales | Autoridad Ambiental | Actores Armados | Otros |
|---|---|---|---|---|
Comunidades Ticuna, Cocama y Yagua del resguardo. | Gobernación de Amazonas, Alcaldía de Puerto Nariño, Parques Nacionales Naturales, Ministerio del Interior, Ejército Nacional de Colombia, Ministerio de Relaciones Exteriores. | CORPOAMAZONIA | Disidencias de las FARC | Mafias y actores armados legales de los países fronterizos involucrados en el conflicto |
Impactos
Impactos Ambientales | Impactos Sociales, Culturales y Económicos | Expresiones visibles del CSA - Acciones o repertorios de movilización |
|---|---|---|
Impacto ambiental principal Deforestación Impacto ambiental secundario Afectación o pérdida de biodiversidad acuática (flora, fauna silvestre, recursos hidrobiológicos) Otros impactos ambientales Contaminación/afectación del suelo | Impacto social, cultural y económico principal Pérdida de conocimientos/prácticas/culturas tradicionales Impacto social, cultural y económico secundario Apropiación privada de áreasa Otros impactos sociales, culturales y económicos Corrupción | Visibilidad medios de comunicación Otros Las comunidades indígenas han denunciado la ocupación y extracción ilegal de maderas finas en medios. El tema ha sido investigado por medios periodísticos. |
Momentos Clave
Descargables
¿Cómo citar?
SIAT-AC Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas SINCHI (2022). Atlas de conflictos socioambientales de la Amazonia colombiana. Tala y explotación ilegal de maderas en la zona en el trapecio amazónico amazónico. [Página web]. Disponible en: https://siatac.co/atlas-tipologia-trafico-ilegal-y-sobreexplotacion-de-biodiversidad/#031
Tráfico de fauna silvestre en la triple frontera
Descripción
Actualmente, las fronteras entre los países andino amazónicos de Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador y Perú, son caracterizadas por ser altamente biodiversas, confluyen en áreas de dinámicas socioeconómicas complejas, que se caracterizan por condiciones precarias de salud, altos niveles de desnutrición, bajas oportunidades de empleo y altos índices de deficiencia en el sistema educativo, entre otros aspectos, lo que ha llevado a los pobladores de estos territorios a vincularse a actividades informales, muchas de ellas ilegales (García Pinzón, 2018). Una de estas actividades ilegales ha sido vincularse de algún modo al comercio ilegal de fauna silvestre ya que esto les representa una opción de ingresos sin que haya sanciones, y la cual es favorecida por la presencia de demanda internacional de fauna silvestre, las prácticas de corrupción y la baja capacidad de aplicación de la ley, que obstruyen estructuralmente la institucionalidad política de la región (WCS, 2023).
+ Info
Actualmente, las fronteras entre los países andino amazónicos de Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador y Perú, son caracterizadas por ser altamente biodiversas, confluyen en áreas de dinámicas socioeconómicas complejas, que se caracterizan por condiciones precarias de salud, altos niveles de desnutrición, bajas oportunidades de empleo y altos índices de deficiencia en el sistema educativo, entre otros aspectos, lo que ha llevado a los pobladores de estos territorios a vincularse a actividades informales, muchas de ellas ilegales (García Pinzón, 2018). Una de estas actividades ilegales ha sido vincularse de algún modo al comercio ilegal de fauna silvestre ya que esto les representa una opción de ingresos sin que haya sanciones, y la cual es favorecida por la presencia de demanda internacional de fauna silvestre, las prácticas de corrupción y la baja capacidad de aplicación de la ley, que obstruyen estructuralmente la institucionalidad política de la región (WCS, 2023).
En los últimos años una de las motivaciones que ha generado el tráfico de fauna silvestre, ha sido el tráfico para la exhibición turística ya que se ha posicionado como una actividad económica ilegal lucrativa en la zona del Trapecio Amazónico colombiano, fronteriza con Brasil y Perú. Teniendo en cuenta su condición de triple frontera, en esta zona del departamento de Amazonas, se ha establecido una dinámica que potencia y fortalece negocios ilegales como el narcotráfico, cultivos de uso ilícitos, tráfico de madera y, por supuesto, el tráfico de fauna silvestre, entre otras actividades ilegales: existen redes transnacionales dedicadas a cazar distintas especies, que después son sometidas a “procesos de adecuación” para poder transportarlos hacia Perú, Brasil o hacia el interior de Colombia, para llevarlos a lugares donde se altera la información de su procedencia para hacerlos parecer legales y después comercializados de distintas maneras y a distintos públicos: criaderos, laboratorios para investigaciones biomédicas y, especialmente, sitios turísticos para su exhibición (Insight Crime e Instituto Igarapé, 2024).
El aumento del turismo en la región significó construir una estructura física y social que tradujera ganancias para los operadores turísticos y, en menor medida, a las comunidades que visitan. Las demandas de los turistas por nuevas experiencias generó que algunas comunidades indígenas cambiarán su relación tradicional con las fauna silvestre y aprovecharán este nuevo mercado de “experiencia” turística inmersiva con la fauna silvestre: cargarlos, abrazarlos, dejarlos poner alrededor del cuello, en esto se ha basado durante mucho tiempo una de las dinámicas turísticas que se ha establecido en esta triple frontera, y que con el tiempo, ha aumentado tensiones entre las comunidades y este modelo de turismo. Distintos lugares en Colombia, Perú y Brasil, se transformaron en territorios turistíficados en los que el que atrapar y retener animales silvestres para el goce de los turistas se volvió uno de sus mayores atractivos turísticos, llegando a “acondicionar” para los turistas a estos animales silvestres, cortando las garras a los osos perezosos o los colmillos a los jaguares (Valero, 2023). Investigaciones realizadas desde 2016 por organizaciones como World Animal Protection y National Geographic, identificaron riesgos en estas dinámicas turísticas para la fauna silvestre relacionadas con su salud y bienestar (Daly, 2018). Como indica Weidemann (2025) la industria del turismo y el abordaje que se le ha dado en la región, está esencialmente dirigido a la exotización del territorio, los habitantes y la fauna silvestre, empujando a generar más “atractivos” turísticos que, finalmente, se relacionan con la explotación de especies de fauna silvestre nativas.
El tráfico de fauna silvestre para exhibición se ha concentrado en la zona de Puerto Nariño y la frontera con Perú más que en Leticia, puesto que este municipio funciona más como una plataforma para la distribución de las especies capturadas. Así pues, en la zona de Puerto Nariño las especies capturadas y traficadas de Perú y Brasil son utilizadas como atracciones turísticas en distintos lugares de la región, y se señala a un actor esencial para comprender estas lógicas: las agencias de planes turísticos en Leticia. De acuerdo con información compartida por los asistentes de los talleres de diálogo para la identificación y caracterización de CSA adelantados por el Sinchi en el 2025, existen agencias que prometen “experiencias inmersivas” con fauna silvestre en algunas reservas naturales en Colombia y Perú, que además obtienen la mayoría de las ganancias y “dejan” que las comunidades se queden con propinas que los turistas brindan. Efectivamente, los operadores de turismo también cumplen un papel crucial en la dinámica ilegal del tráfico de fauna. En esta triple frontera entre Brasil, Colombia y Perú— el contrabando de fauna silvestre está asociado al narcotráfico y al tráfico de otros bienes ilícitos (Charity, S., & Machado, J. 2020). Además, la creciente industrialización promueve la invasión y ocupación de áreas naturales, facilitando el acceso y el contacto con hábitats intactos de especies altamente demandadas por el comercio ilegal; a lo que se suman la falta de claridad legal y la débil fiscalización (FCDS, 2025).
El tráfico de fauna en la región va más allá de las actividades turísticas, puesto que existe también un gran mercado en el interior de Colombia y hacia el exterior del país para el tráfico ilegal de distintas especies. De hecho, en estudios realizados en la primera década de los 2000 fue posible identificar que nueve de las diez especies más traficadas de Colombia estaban ubicadas en la Amazonia colombiana, incluyendo especies como la tortuga hicotea, la tortuga de patas rojas, la iguana o el mico tití. Además, se evidenció que el tráfico de peces ornamentales ha aumentado por la demanda del mercado ilegal y por la facilidad del transporte –debido al tamaño de las especies y los medios para transportarlos–. La dinámica suele estar basada en la pesca en los ríos Negro y Xingú en Brasil para luego ser transportados hacia la triple frontera y, en ocasiones, llevados por aire a través de los aeropuertos de Iquitos y Leticia, utilizando empresas legales para la comercialización. Estos peces son transportados bajo la modalidad de encomiendas a través de empresas de carga camufladas con peces, hacia Bogotá, luego a Leticia y posteriormente hacia el Perú, donde estarían insertándose en cadenas comerciales aprovechando operaciones legalmente registradas de zoocría y exportación (WCS, 2023).
En el caso del transporte de especímenes vivos como monos, osos perezosos, tortugas o serpientes son realizados a través de costales, morrales o cajas, mientras que a través de servicios de encomiendas se envía la carne de animales y el veneno de la Rana Kambó (Noboa et al., 2024). Cabe mencionar que algunas especies víctimas del tráfico ilegal se encuentra incluidas dentro del marco de algunos de los apéndices de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES), que se planteó como un gran acuerdo internacional para proteger la vida silvestre del comercio ilegal, no obstante, su aplicación en la zona de la triple frontera no ha tenido suficiente efectividad para prevenir y abolir esta actividad económica ilegal.
A partir de cifras brindadas por Corpoamazonia, se pudo conocer que entre el 2020 y el 2025 se reportaron aproximadamente 87 incautaciones de fauna en el departamento de Amazonas – todas en Leticia– además de contribuir con casi 600 participaciones en rescates, entregas voluntarias, entre otras modalidades de intervención con fauna silvestre. En esos 5 años, durante 2020 y 2021 se dieron la mayor cantidad de incautaciones (22 cada una). Entre los elementos recuperados se encontraban subproductos –colmillos, carnes, pieles, plumas, etc. – de especies como babillas, boas, guacamayas, jaguares, monos, entre otros. Además, es importante señalar que en la mayoría de los casos de incautación se identificó que estaban en malas condiciones y revelan maltratos a la fauna afectada. Adicionalmente, se pudo conocer que la mayoría de las incautaciones ocurrieron en el aeropuerto de Leticia, bodegas de empresas de transporte privadas y en la plaza de mercado municipal. Por otra parte, el reporte también resalta incautaciones en zonas residenciales de Leticia y en establecimientos hoteleros ubicados en la parte urbana de la ciudad. Igualmente, las labores de patrullaje por el río Amazonas y el río Putumayo conllevaron a incautaciones de fauna en Tarapacá, en Ronda o en Bocas de Atacuari, cercano a Puerto Nariño.
Es así como este tráfico de fauna silvestre en la triple frontera es impulsado por una combinación de factores socioeconómicos y geopolíticos. La falta de oportunidades económicas y el acceso limitado a fuentes de empleo sostenibles en las comunidades locales a menudo empujan a los pobladores a participar en la caza, recolección y comercialización de animales silvestre como una fuente de ingreso económico (Alarcón, 2023). A esto se suma la falta de control fronterizo por parte de las autoridades de control y vigilancia, de las autoridades de los tres países lo que origina un vacío de control, que permite a los traficantes eludir la ley con facilidad. Es así como la falta de controles transfronterizos convierte a la ciudad de Leticia en un punto de alto riesgo para la entrada y la salida de especímenes de fauna silvestre en el Amazonas (WCS, 2023). A pesar de ser una práctica ilegal la alta demanda existe una demanda insaciable que va creciendo porque se ha normalizado esta práctica (Alarcón, 2023). Además de esto la existencia de un marco legal débil y la falta de aplicación de las normas que regulan el tema, hacen que esta práctica así sea ilegal se haga sin mayores restricciones. Aunque los tres países cuentan con legislación para penalizar el tráfico de fauna silvestre, la aplicación de estas leyes es a menudo ineficaz. Las penas impuestas son con frecuencia bajas, y las redes de crimen organizado pueden operar con impunidad.
La geografía de esta triple frontera facilita que el tráfico ilegal de fauna opere con una alta impunidad. Esta es una frontera porosa, en la que confluyen tres países en una vasta región selvática y la ausencia de un control efectivo y coordinado entre las autoridades fronterizas (policiales, militares y ambientales) permiten a los traficantes evadir fácilmente las reglas de un país cruzando a otro. Esta insuficiencia en el control de las redes de tráfico, en la que hay una baja coordinación entre las instituciones de control de los tres países, una ausencia de puestos de control suficientes y la deficiencia de recursos logísticos para patrullar y responder a las situaciones que allí se dan de una manera efectiva, hace que esto en muchos casos se perciba como una “frontera sin ley” para el tráfico de especies y otras actividades delictivas. A esto se suma que el tráfico de fauna silvestre a menudo se ve minimizado, ya que la zona es un punto neurálgico para delitos más llamativos y lucrativos como el narcotráfico. Las redes criminales aprovechan las mismas rutas de transporte (como los ríos) y la infraestructura logística creada para el tráfico de drogas para mover los animales y así hacer su comercialización para exhibición y otros fines.
El atacar económicas ilegales en esta zona de frontera es un tema que ha sido priorizado en varios momentos por los países fronterizos, en donde en el caso de Brasil durante el gobierno de la ex presidenta Dilma Rousseff se adelantó el Plan de presencia militar con el propósito de combatir el tráfico ilícito de drogas, el contrabando de armas y municiones, la extracción ilegal de minerales y maderas, el tráfico de animales silvestres y la biopiratería (García Pinzón, 2018). La operación que se desarrolló fue Ágata 1, que tuvo como lugar las poblaciones de Tabatinga y São Gabriel de Cachoeira. En ella participaron más de 3000 militares que contaron con el apoyo de la Policía Federal, la Agencia Brasileña de Inteligencia (ABIN) y el Instituto Brasilero del Medio Ambiente y Recursos Naturales Renovables (IBAMA), entre otros (García Pinzon, 2018). En el 2017 el general de la fuerza armada brasileña Theofilo de Oliveira anunció la instalación por primera vez de una base militar internacional temporal en la frontera amazónica entre Brasil, Perú y Colombia (Senra, 2017). Por otra parte, desde el Grupo Aéreo del Amazonas de la Fuerza Aeroespacial Colombiana se hizo el anuncio de adelantar la operación Amazonas II para adelantar operaciones combinadas de control del espacio aéreo de los tres países, buscando articular las capacidades de los participantes contra las organizaciones criminales transnacionales, así como la protección de los recursos naturales (FAC, 2023).
Un elemento a destacar es que en Leticia no existe un Centro de Atención, Valoración y Rehabilitación de Fauna Silvestre, los cuales son instituciones dedicadas al rescate, tratamiento, rehabilitación y reintroducción de especies heridas, enfermas o traficadas ilegalmente para procurar un buen regreso al hábitat natural. En la Amazonía existen este tipo de centros en Caquetá y Putumayo, mientras que en Leticia existe un zoológico-bioparque que no cuenta con las capacidades de recursos, personal o experticia para realizar el ejercicio adecuado de rehabilitación de la fauna afectada en el proceso de tráfico. Además, se conoce que el bioparque es un atractivo turístico para establecimientos hoteleros y cobra una tarifa para entrar a ver a los animales.
De acuerdo con Guynup (2024), el comercio de vida silvestre ha atraído capitales provenientes de Asia, interesados en comprar especies sin reparar en la forma en la que fueron obtenidas. Esto se ve reflejado en la caza y tráfico de jaguares en el Perú que, en ocasiones, son llevados a través de la triple frontera amazónica y que son exhibidos en tiendas de Iquitos o Belém do Pará. De nuevo, a pesar que existen acuerdos multilaterales que buscan proteger que se de este comercio ilegal de fauna silvestre, el negocio sigue siendo una realidad en la región y cada vez se alimenta más por el ingreso de nuevos capitales y por la rentabilidad que da esta práctica.
A lo largo del Amazonas, distintas organizaciones públicas y privadas han buscado denunciar casos de tráfico ilegal de fauna silvestre y, en general, las distintas formas de maltrato animal, dentro de estas iniciativas se encuentra los trabajos que han venido haciendo organizaciones como la fundación Entropika (Alarcón, 2023), que ha realizado distintos censos de fauna silvestre en varias comunidades indígenas por más de diez años, ha interpuesto varias acciones legales para combatir el tráfico, y constantemente trabaja con comunidades para evitar más casos de tráfico ilegal; de igual manera, la fundación Maikuchiga ha apostado por la conservación de los micos del Amazonas en el resguardo indígena de Mocagua, además de hacer recorridos con grupos pequeños para mostrar sus trabajos en el rescate y rehabilitación de micos. Por otra parte, en el departamento instituciones públicas como Corpoamazonia, las secretarías municipales y departamentales de medio ambiente, y la dirección de carabineros y protección ambiental de la policía son responsables de adelantar procesos de identificación de riesgos, intervención y denuncia a personas que cometan delitos ambientales como el tráfico ilegal de fauna.
Causas
El tráfico de fauna silvestre en la triple frontera se debe a una combinación de factores socioeconómicos y geopolíticos. La falta de oportunidades económicas y el acceso limitado a fuentes de empleo sostenibles en las comunidades locales a menudo empujan a los pobladores a participar en la caza, recolección y comercialización de animales silvestre como una fuente de ingreso económico (Alarcón, 2023). A esto se suma la falta de control fronterizo por parte de las autoridades de control y vigilancia, puesto que por la amplia zona de frontera y la falta de coordinación efectiva entre las autoridades de los tres países se origina un vacío de control, permitiendo a los traficantes eludir la ley con facilidad. Es así como la falta de controles transfronterizos convierten a la ciudad de Leticia en un punto de alto riesgo para la entrada y la salida de especímenes de fauna silvestre en el Amazonas (WCS, 2023).
+ Info
El tráfico de fauna silvestre en la triple frontera se debe a una combinación de factores socioeconómicos y geopolíticos. La falta de oportunidades económicas y el acceso limitado a fuentes de empleo sostenibles en las comunidades locales a menudo empujan a los pobladores a participar en la caza, recolección y comercialización de animales silvestre como una fuente de ingreso económico (Alarcón, 2023). A esto se suma la falta de control fronterizo por parte de las autoridades de control y vigilancia, puesto que por la amplia zona de frontera y la falta de coordinación efectiva entre las autoridades de los tres países se origina un vacío de control, permitiendo a los traficantes eludir la ley con facilidad. Es así como la falta de controles transfronterizos convierten a la ciudad de Leticia en un punto de alto riesgo para la entrada y la salida de especímenes de fauna silvestre en el Amazonas (WCS, 2023).
De igual manera, varias investigaciones (Insight Crime, 2021; Guynup, 2022; Noboa., 2024; Entropika, 2025) señalan que una de las principales causas que permiten el crecimiento del tráfico ilegal de fauna es la corrupción: existe una cadena de actores estatales y privados que participan de todo el proceso de extracción, transporte y “legalización” para la venta de vida silvestre hacia distintas partes de Colombia y, por supuesto, del mundo. La corrupción que incluye la omisión de ejercer las funciones misionales representa una de las causas principales para que exista este negocio, pues hay actores estatales que permiten la caza, la pesca y extracción ilegales de faunas, después hay otros actores que permiten la transformación y transporte, otros que colaboran en la “legalización” de las especies y otros que, desde la justicia, obstruyen procesos para que no avancen. InSight Crime e Instituto Igarapé (2021), señalan que en la Amazonia colombiana hay riesgos considerables en Corpoamazonia, pues, aunque sus acciones deberían estar encaminadas a evitar delitos ambientales, existen varias investigaciones en contra de funcionarios de la corporación por irregularidades relacionadas con la permisividad y complicidad en delitos ambientales.
Actores
Comunidades Comunidades | Organizaciones Sociales | Instituciones Estatales | Sector Privado | Autoridad Ambiental | Otro |
|---|---|---|---|---|---|
Resguardo Ticoya | ACITAM; Entropika; Maikuchiga; Fundación Omacha | Gobernación del Amazonas; Alcaldía de Puerto Nariño y Leticia; Ministerio de Comercio, industria y Turismo, Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, Fuerza Militares. | Hoteles, reservas naturales, restaurantes, operadores turísticos, y en general establecimientos que promuevan la exhibición de animales silvestre como atractivo turístico. | Corpoamazonia | Redes de tráfico ilegal. |
Impactos
Impactos Ambientales | Impactos sociales, culturales y económicos |
|---|---|
Impacto ambiental principal Afectación o pérdida de biodiversidad terrestre Otros impactos ambientales Afectación o pérdida de biodiversidad acuática | Impacto social, cultural y económico principal Pérdida de conocimientos / prácticas / culturas tradicionales* Impacto social, cultural y económico secundario Corrupción |
Momentos Clave
Descargables
¿Cómo citar?
SIAT-AC Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas SINCHI (2025). Atlas de conflictos socioambientales de la Amazonia colombiana. Tráfico de fauna silvestre en la triple frontera [Página web]. Disponible en: https://siatac.co/atlas-tipologia-trafico-ilegal-y-sobreexplotacion-de-biodiversidad/#035

